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martes, 30 de noviembre de 2010

Un lider

EN BUSQUEDA DEL LIDER. por Macarena Roca

Cuando era pequeña, mi profesora de segundo año básico tenía, sobre la pared de su escritorio, una gran cartulina blanca en la cual se encontraban cortados, en pequeños y didácticos diseños, todos los puestos de los niños que componíamos la sala de clase. La única distinción que existía entre esos simpáticos recortes era el color con el cual cada uno de nosotros estaba representado. No era que cada uno tuviese un color distinto, sino que sólo dentro de dos o tres tonos todos los alumnos del salón estábamos claramente distinguidos. En ese entonces, nos esforzábamos para que la profesora nos congraciara el siguiente mes con un color más vistoso, cosa que nunca ocurrió y que también, poco a poco, fuimos restándole importancia hasta llegar a olvidarlo.
Años más tarde, leyendo un libro de orientación educativa recordé esta experiencia. En el texto, el autor establecía modelos o patrones de conducta que pueden ser verificables a partir de una serie de técnicas o instrumentos de evaluación psicológica. Entre ellos destacaba la técnica del sociograma;  herramienta que explora el grado de cohesión de un grupo a través de las atracciones o rechazos manifestados por sus miembros. Si bien esta técnica sociométrica se aleja del rudimentario instrumento de análisis que ocupó por aquellos años mi profesora, sí guarda una radical semejanza: ambos identifican la presencia de tipos de personalidades (el marginado, aislado, integrado), y destacan el núcleo o núcleos ante los cuales orbita cada grupo: el líder o estrella.
Hoy, la mayoría de las empresas de nuestro país utilizan en sus publicidades frases como:  "más de diez años liderando el mercado", "líder en servicios de posventa",  "tú puedes ser un líder profesional", etcétera; e incluso, que no es menor, un reconocido supermercado lleva el comentado concepto por nombre. Durante toda la vida se evalúa nuestra personalidad esperando que arroje muestras de un cierto liderazgo, y no así de otras características necesarias para el posible desarrollo de la sociedad. La naturaleza nos enseña que si sólo tenemos pastores nadie nos entrega la lana, que el equilibrio de la balanza busca inevitablemente su nivel. Querámoslo o no, la vida siempre se compone de líderes y liderados.
Cuando se revisan textos de eficacia empresarial y ética en los negocios, resulta bastante llamativo ese perfil casi mesiánico que todas las organizaciones buscan encontrar. Para unos es el punto de partida de toda empresa, para otros el foco de cohesión del grupo de trabajo. Hay quienes lo señalan como el báculo de la misión del proyecto, el que inspira respeto sin imponerlo; hay quienes lo ven como el posible interceptor de las ideas, el que va contra la norma y el orden. 

Entonces, ¿qué características, al parecer naturales, debe presentar el líder para diferenciarlo del resto? Comencemos definiendo con una necesaria distinción: Generalmente, confundimos una buena administración con el famoso y siempre buscado liderazgo, pero estos, como veremos, tienen diferencias notables. Si decimos que el líder es un buen administrador  es sólo porque ha sabido conducir la empresa preservando y ampliando sus recursos, pero ser líder no implica ser un administrador (y menos aún a la inversa). Líder y administrador son dos tipos de personalidades que ojalá coexistieran en toda empresa o proyecto, pero que sin duda son formas de ser totalmente distintas. Líder es quien está en continua búsqueda; su personalidad le pide nuevas opciones que rompan con caminos establecidos. Es tenaz, aguerrido, pero a la vez agudo y suspicaz. Produce cambios y es creativo, ya que la seguridad y lo normado le producen hastío y encierro. El administrador en cambio es, por naturaleza, ordenado y estructurado. Si bien optimiza la organización ya asentada, sólo establece procesos y normas. Mejora y ordena lo ya existente, pero nunca innova en aspectos medulares que puedan dar un giro a toda la sociedad. Introduce modos nuevos de conducción, pero que ya han sido probados con antelación. Liderar, en cambio, es conquistar el corazón y la mente de las personas para que patrocinen las creencias y valores en los cuales el líder cree. Es tener ese carisma envolvente que emana, naturalmente, de la personalidad, que atrae y capta la atención de los otros.
El problema está en que así como se suele confundir administración y liderazgo; autoridad y poder son conceptos que hoy se están entendiendo fuera de su sentido originario, y lo que es peor aún, especialmente por nuestros jóvenes. Autoridad parece ser, actualmente, sinónimo de legalidad, y poder, sinónimo de carisma. Esto es claramente un peligroso error. 

La autoridad, del latín auctoritas, habla de la capacidad moral de una persona. Es una cualidad viva y creadora que nace de una disposición interna, la cual es gestora de cambios en otros. La palabra auctor - el gestor - viene del verbo augeo, el cual no sólo significa hacer, sino que crecer y aumentar; por lo tanto el que tiene autoridad es aquel que hace crecer todo aquello que se relaciona con su condición. El poder, en cambio, desprovisto de la autoridad, elimina, o al menos merma, la posibilidad de seguir racional y voluntariamente a alguien. El poder debe estar, si es que lo está, bajo el aura de la autoridad, pero desprovisto de ella queda desnudo, se aja y se puede transformar en dominio y despotismo. Por lo tanto, ni siquiera debe comprenderse como un arma entregada por la ley positiva, sino que como una consecuencia implícita de la autoridad que permite irradiar las potencialidades que fundan esa cualidad. La autoridad se erige en la obediencia, no en el dominio. Para reconocerla el hombre debe comprender y sumarse, gracias a sus facultades superiores, a la misión que representa el autor. Es por ello que el poder, del latín potestas, es el efecto posible, pero nunca la causa de la autoridad. Yo reconozco capacidades en otro que me invitan a descubrirlo y a aprender de él, en razón de lo cual me subordino en búsqueda de ese conocimiento (conocer de ciencias, como un alumno a un profesor, o conocer de vida, como un menor a un adulto) Es por esto último que es adecuado distinguir dos sentidos en la misma palabra: la autoridad intelectual y la autoridad moral. La primera es aquella que se extiende sólo a lo propio de un saber o un arte; y la segunda, es aquella que se comprende como potestad, es decir, la autoridad para dirigir la conducta de otros a un determinado fin.

El liderazgo, por lo tanto, no se basa en el poder, sino en la autoridad, es decir, en la aceptación y seguimiento de una persona por sí misma, sin coacción alguna. Poder y autoridad pueden o no encontrarse en un mismo sujeto, pero quien posee refrendación legal para llevar a cabo un determinado trabajo no es, como vimos, necesariamente un líder. El líder es eminentemente auctor; posee una condición moral que lo eleva a un lugar de reconocimiento masivo. Desgraciadamente, de esta manera es como hoy se entiende el poder y no el concepto de autoridad; dos términos que se han trastocado, que han permutado su significación por el no siempre buen uso del lenguaje.
Entonces, para comenzar a concluir, ¿qué hace un hombre a diario que lo identifica y distingue como un líder?
-          Ilusiona y otorga sueños realizables a su gente. Logra que los miembros de la organización se sientan parte de un trabajo que les dará frutos reales (una meta objetiva y alcanzable para la empresa), y a la vez particulares (gratificación personal, reconocimiento ante la institución, bonificación salarial)
-          Emprende con ahínco y tesón su nueva tarea, insuflando el mismo ánimo a todo el grupo de trabajo.
-          Cohesiona al grupo con el que trabaja bajo un objetivo común, los hace parte de una misión en la cual cada uno de ellos es exclusivo e  irremplazable.
Líder es quien posee, a lo menos, éstas notas características, de las cuales se deben desprender un sin fin de otras virtudes: Si se está en presencia de un hombre que las posee, la empresa u organización tiene el deber moral de potenciar esas cualidades innatas para que se transformen en un productivo y bien encaminado liderazgo. Deben trabajar en conjunto aspectos de su personalidad mediante análisis de experiencias y una profunda orientación ética.
Cooperar en el desarrollo de un futuro líder es una gran responsabilidad con consecuencias inmediatas y a largo plazo, ya que no sólo queda reducida en el crecimiento personal de un hombre, sino en las resultantes que esa buena o mala educación puedan traer para la organización y para la sociedad toda.
Tal vez la mayor cualidad del líder reside en ser un gran inspirador de confianza, la cual mantiene y profundiza continuamente con su trabajo. Es un hombre que posee carácter e integridad, que tiene una personalidad imbuida de ética profesional y, obviamente, ha desarrollado hábitos virtuosos como humildad, sencillez y austeridad. Nunca pierde de vista lo que realmente tiene importancia y valor para su gente, es un hombre siempre informado debido a que continuamente está siguiendo, evaluando y juzgando, en conjunto con sus liderados, los resultados obtenidos por el grupo. Es una persona autoreflexiva que logra enmendar y aprender de sus errores continuamente. Conduce a sus seguidores hacia el éxito grupal y nunca olvida la satisfacción personal de cada uno de ellos y, finalmente, para la realización de todo esto, cuenta con el preciado don de la comunicación.
Líder es quien motiva y mueve al grupo porque comprende y se hace comprender por quienes representa. En definitiva, el líder es asertivo en la transmisión de sus ideas, tiene una connatural empatía que le permite ponerse en el lugar de los miembros, y, aunque algunos lo desdeñan como capacidad de liderazgo, posee un conocimiento conceptual y a la vez práctico de la materia que comunica (autoridad intelectual y no solo moral)
Ser líder es ser una persona capaz de trascender la propia individualidad y ver en las personas que están bajo ese liderazgo el monumento más espléndido que se puede llegar a dejar de uno mismo.Sólo el desprendimiento de narcisismos puede conducir a una real misión de servicio que moverá a que otros se identifiquen con el propósito y sean, al igual que él, agentes de cambio. Por lo tanto, la satisfacción de egos y fines personales queda totalmente fuera del ámbito de su desarrollo. 

El líder nunca se vanagloria de su posición dentro del grupo, no aminora a los miembros ni los opaca con su brillo. En todo show televisivo hay un rostro que se lleva los aplausos, pero hay muchos que se encuentran detrás de los focos que lo iluminan. Cada uno es un pequeño líder. No en la dirección de grupos, no en la representación de masas, sino en la misión de compromiso con que desempeña, desde su puesto, el desarrollo del proyecto.
En quinto año básico, una nueva profesora, luego de darnos la bienvenida de vuelta a clases y revisar que nuestros útiles estuviesen con nuestros nombres, escribió en una esquina de la  pizarra tres palabras que nos haría repetirlas a diario y, sobre todo, en momentos en que el curso atravesaba por enemistades y conflictos. Palabras que ocupamos a diario y que se han transformado tal vez en un cliché social, debido a que se han politizado e ideologizado, pero que, sin duda, son la tríada perfecta para el desarrollo integral de cualquier organización: fuerza, respeto y verdad. Al parecer, ya no se buscaba la distinción de nuestras personalidades, sino la superación absoluta de todos los niños de la sala. Palabras escritas en manuscrita, virtudes dibujadas por tizas de colores.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Liderazgo en la empresa

Dentro de toda la organización un líder es capaz de llevar adelante a su equipo de trabajo, motivándoles a que se cumplan las metas utilizando las habilidades de cada uno de manera conjunta. Un líder utiliza todas las herramientas que el entorno le entrega para lograr que su equipo se sienta cómodo y realice su trabajo de manera óptima.
No obstante, existen personajes dentro de las organizaciones, muchas veces autodenominado “lideres” pero que son solo jefes, por que el orden jerárquico así lo propone, que confunden ciertos términos utilizados a nivel empresarial (y en general) para aumentar la atribuciones que su cargo les entregan.
Es así como “poder”  es confundido con “autoridad”, donde la diferencia recae en sutilezas como que el primero impone y limita el accionar del resto, mientras que el segundo invita y compromete a su entorno para el accionar del resto.

Pero también se suele utilizar el término liderazgo, cuando lo que realmente estamos viendo es la autoridad que le da a un hombre el tener un rango superior al resto de sus pares.
Un líder no utiliza sus atribuciones para lograr que el resto lo crea un modelo a seguir, sino más bien, su ser mismo le entrega carisma, simpatía y las cualidades necesarias para que su equipo lo siga y haga su voluntad por el hecho de tener una actitud de siempre tomar las decisiones correctas.

Un verdadero líder es completo, actúa de manera correcta, es bien llamado modelo a seguir (y es por lo que logra que el resto actúe de forma consecuente a suya) ya que cuenta con 4 virtudes que lo hacen un líder de tomo y lomo.
Fortaleza, justicia, templanza y prudencia, siendo esta última la que incluye al resto por si misma.